No son futbolistas…aún.
Un niño no es un futbolista.
Es lo
primero que me viene a la cabeza cuando un padre exaltado, en cualquier campo
de una escuela de fútbol de este país, arremete contra el otro niño que acaba
de empujar a su hijo y pide una amonestación como si fuera un manifestante a
las puertas de la sede del gobierno.
Ni su hijo lo comprende.
La virtud del fútbol es poder
aunar en el mismo espacio a dos contrincantes antes del partido, y a dos amigos
después de él. El fútbol no se hizo para encresparse, enfurecerse o cabrearse,
se creó para divertirse.
¿Imaginan la primera vez que, en
1848 y después de la reunión que mantuvieron los diferentes colegios ingleses
en la universidad de Cambridge para concebir el “Código Cambridge”, los allí
presentes se pusieran de corto y comenzaran un partido para celebrar las bases
del primer reglamento del fútbol moderno, y no se rieran y divirtieran durante
tan solemne encuentro? Es inconcebible.
Un niño solo quiere jugar y
aprender por el camino, estar con sus amigos a la vez que da patadas al juguete
más bonito que le han regalado nunca, pensar cada día después del colegio que le
quedan pocas horas para el inicio de un nuevo entrenamiento y que además, y
créanme que esto es así, les importa más pasárselo bien que ganar cualquier
partido.
La competitividad le viene dada al
ser humano en cuanto toma conciencia de lo que puede perder, y un niño nunca
pierde cuando juega al fútbol. Ya tendrá tiempo de experimentar qué se siente
cuando llegue el momento, pero ese momento aún queda lejos, así que, dejemos
que disfruten, corran y se rían…rían mucho.
También debo echar un cable a los
formadores (entrenadores en otros foros) que tanto tiempo y esfuerzo dedican a
esa labor que a la vez es tan reconfortante, y llena tanto.
Ellos son el agua que regará la
ilusión y las ganas de ser futbolista de su heredero. Son los que mejor conocen
a su hijo futbolísticamente hablando, a excepción del que marca la regla que
siempre anda por ahí, y que seguro querrán lo mejor para su mini equipo; aunque
este tema me da para otro post, así que me reservaré algunos comentarios.
No quiero acabar sin comentarles,
y si me lo permiten, que todos los hijos, sobrinos, nietos…niños, no pueden ser
futbolistas, y que encontrarán en el camino de su búsqueda muchas desilusiones,
pero recuerden que hay vida más allá del fútbol y que, asimismo, se puede ser “futbolista”
en cualquier campo de barrio y con la compañía de buenos amigos.
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